Como Se Califica Un Examen Psicometrico?

Como Se Califica Un Examen Psicometrico
Claves para interpretar los resultados de las pruebas psicométricas Es bien sabido que el capital humano es la parte más importante de una empresa, se trata de un grupo de personas que día a día desarrolla actividades que mantienen en pie a la compañía. Sin embargo, hay organizaciones que no ponen atención suficiente al tipo de personas que contratan, pareciera que con tal de llenar una vacante dicen que sí a cualquiera que muestre su currículum vitae.

  1. Es por esto que los expertos en recomiendan utilizar las pruebas psicométricas –durante el proceso de selección de personal– para asegurarse que la persona que está solicitando empleo sea la adecuada.
  2. Y es que estas pruebas son la herramienta ideal para conocer más sobre la personalidad de un individuo, su actitud frente a las situaciones que se plantean y las habilidades que lo caracterizan.

Si bien lo recomendable es que un profesional en el tema aplique e interprete, es importante que conozcas que para medir los resultados de las pruebas se utiliza el percentil, estadístico que se calcula para el total de la muestra evaluada y consta de 100 unidades, el percentil 50 se encuentra al centro de la distribución y se considera la calificación promedio, a partir de este valor se subdividen las categorías:

1) El nivel bajo es el que ha obtenido una calificación menor o igual a 25.2) El nivel medio significa que su percentil se encuentra entre 26 y 74.3) El nivel más alto se obtiene con un promedio mayor a 75.

Antes de empezar a interpretar las pruebas realizadas a los candidatos, debe quedar claro que no hay respuestas correctas e incorrectas, simplemente se mide la honestidad con la que el individuo contesta, en esto se define si la personalidad es la que se requiere en la compañía.

pone a tu disposición un herramienta online de fácil utilización, que hará mucho más fácil y rápida esta tarea. A continuación, algunas claves para interpretar los resultados de las pruebas psicométricas. La idea es que puedas conocer (a través de percentiles) un poco más de tus potenciales empleados: Inteligencia general.

Fueron creadas con el objetivo de identificar el nivel general de inteligencia de las personas. Estas pruebas consisten en una serie de 75 preguntas donde se mide el significado de las palabras, el razonamiento lógico y la analogía verbal, por mencionar algunos.

  1. Los resultados varían dependiendo del número de aciertos: más de 50 quiere decir que el individuo tiene un coeficiente intelectual superior; entre 35 y 50 superior al término medio; entre 20 y 34 término medio; entre 12 y 19 inferior al término medio; y menos de 12 bajo o inferior.
  2. Liderazgo.
  3. Este test está enfocado a los candidatos que aplican a puestos directivos, que van a tener persona a cargo, el objetivo es conocer si son capaces de guiar a un equipo y cómo lo van a hacer,

La prueba consiste en una serie de 60 preguntas que deben ser respondidas en una escala del 0 al 3, dependiendo de la importancia del cuestionamiento. Al final, los reclutadores utilizan las cifras para definir el tipo de líder de una persona. Por ejemplo, aquellos que obtienen 1.9 (el más común) son las autoridades obediencia; en contraste con el 1.1 que tiene un mando empobrecido, esto es, que no son capaces de guiar a su equipo, sino que intentan modificar las condiciones para que los objetivos se cumplan, pero no exigen a sus colaboradores.

De personalidad. Se enfocan en los aspectos emocionales, sociales, axiológicos y motivacionales que distinguen a un individuo de los otros; los reclutadores piden a los candidatos hacer un dibujo de una figura humana bajo la lluvia, en éste se busca observar la imagen corporal del individuo bajo condiciones ambientales desagradables, lo que permite conocer la actitud que tendría ante actividades estresantes (por ejemplo, cuando se hace un dibujo con una sonrisa, se puede concluir que hay una actitud positiva).

En cuanto se usa la hoja, si el individuo la cambia de posición, entonces se interpreta como rechazo a las órdenes, sugerencias o indicaciones. Por todo lo anterior, queda claro que son una valiosa herramienta que debe ponerse en práctica en cualquier compañía.

¿Cómo interpretar los resultados de un test psicológico?

Artículos de Revisión La elaboración de interpretaciones en evaluación clínica The development of interpretations in clinical evaluation Carmelo Ibáñez Aguirre 1 Universidad del País Vasco, España RESUMEN Este trabajo de revisión teórica tiene como objetivo estudiar las cogniciones interpretativas del evaluador clínico.

Se investiga analíticamente la naturaleza y requisitos científicos de las cogniciones y metacogniciones que componen la tarea de interpretar. Se analizan las inferencias de distinto nivel implicadas, sus posibilidades y alcance, así como sus limitaciones, errores y sesgos principales. Finalmente, para orientar la mejora de la calidad de las interpretaciones que ha de efectuar el clínico, se aportan algunas recomendaciones de carácter práctico.

Palabras clave: interpretación psicológica, evaluación clínica, cogniciones del evaluador, sesgos interpretativos ABSTRACT The objective of this theoretical review paper is to study the cognitive interpretations of the clinical evaluator. This study investigates the analytical characteristics and scientific requirements of cognition and metacognition which comprise the task of interpreting.

We analyze the inferences of different levels involved, their possibilities and extent, as well as their limitations, errors and biases. Finally, we provide some practical recommendations in an effort to guide and improve the quality of the interpretations made by the clinician. Keywords: Psychological interpretation, clinical evaluation, the evaluator’s cognitions, interpretive biases.

Introducción La actividad del evaluador en la clínica se caracteriza por su alto grado de complejidad. Desde las percepciones iniciales que otorgan significado a los estímulos, la interpretación impregna todo su quehacer con creciente grado de compromiso conforme avanza el proceso evaluador.

Las reflexiones cognitivas que siguen son de carácter epistemológico (Romo, 2008), se plantean al margen de las interpretaciones estandarizadas que acompañan a las pruebas cuantitativas (nomotéticas); no indagan en algoritmos o pasos interpretativos predeterminados, sino en heurísticos. El interés principal se centra en el proceso subyacente a la interpretación y la necesidad de revisar, por tanto, la praxis cualitativa (idiográfica), intuitiva y creativa, que está en el núcleo de la actividad del evaluador clínico.

Este trabajo quiere conectar con el interés de la psicología cognitiva por aclarar los problemas del conocimiento y transitar el camino que abren las metacogniciones para el acceso a las interpretaciones y su génesis (Efklides, 2008; Ibáñez, 2003; 2005; Ibáñez y Maganto, 2009; Pintrich, 2002).

  1. Este último objetivo es tanto más interesante en cuanto que, a diferencia de la evaluación empírica de la eficacia de los tratamientos psicológicos basada en la evidencia que ofrece el criterio de su efectividad, en evaluación rechazamos como prioritario este enfoque.
  2. Para contrastar la eficacia de las evaluaciones, en su lugar seguimos el modelo de aproximación “a priori” a la evaluación (Ibáñez, 1997).

Motivo por el cual la responsabilidad y el grado de implicación del control que ejerza el evaluador sobre su propia praxis han de considerarse, hoy por hoy, decisivos. Así, por ejemplo, está por confirmar la eficacia y efectividad, así como el respaldo de la evidencia con que cuentan las principales guías, como las GAP a las que se aludirá más adelante.

  1. Si una de las formas de definir la inteligencia dice que es “la capacidad de suscitar, dirigir y controlar las operaciones mentales” (Marina, 1996, p.250), la meta del evaluador inteligente será suscitar, dirigir y controlar inteligentemente las interpretaciones que efectúe.
  2. Interpretar constituye una competencia sustantiva para el evaluador clínico.

Inferir es el proceso mediante el cual se recoge y combina información a efectos de formular un juicio (Kaslow, 2004). Es necesario conocer los mecanismos, posibilidades y limitaciones que conlleva la interpretación para preservar la condición científica, la objetividad de las elaboraciones y conclusiones y poder controlar los errores y sesgos que sobre todo en este ámbito de cogniciones amenazan el buen hacer del clínico.

  • Se trata de una cuestión sólo en apariencia teórica, pues además de la componente asociada a la “episteme” posee una vertiente práctica en el ámbito aristotélico de la “phronesis” (sabiduría práctica, prudencia).
  • Esta última atañe a las pautas sobre cómo actuar para mejorar en situaciones específicas, clínicas en nuestro caso.

Más en concreto, refiere a la manera como se acierta a combinar entendimiento (saber especializado), experiencia y capacidad de leer de forma correcta las situaciones profesionales que se le plantean al clínico. El modelo constructivista del conocimiento científico (Rodríguez Rebustillo y Bermúdez, 2004) enfatiza en la etapa de interpretación que sigue a las de exploración y reestructuración del problema estudiado.

  • Más específicamente en lo que concierne a la formación del clínico cognitivo-conductual, Bennett- Levy (2006) ofrece un modelo organizado en los tres sistemas: declarativo, procedimental y reflexivo.
  • Es de especial interés el segundo, pues atañe al “cómo” y “cuándo” de la aplicación de esquemas, así como a la actitud del clínico.

A continuación, empezaremos por estudiar la naturaleza de las interpretaciones, distinguiéndolas de las inferencias del razonamiento lógico. Tras apuntar su utilidad en la evaluación clínica, se anotarán los distintos niveles que adopta y los riesgos cognitivos que conlleva interpretar, con el fin de minimizarlos.

  1. Una vez diferenciadas las interpretaciones puntuales de las globales, con sus respectivas funciones específicas, se marcarán algunas pautas o recomendaciones que favorezcan la calidad de las interpretaciones.
  2. Estas pautas pueden ayudar a mejorar la formación no sólo de las habilidades cognitivas necesarias para evaluar en clínica, sino también las metacognitivas, que incluyen el control de los propios procesos cognitivos y la autorregulación (Nisbet y Shucksmith, 1986; Pintrich, 2002).

El proceso de evaluación Aunque en la evaluación clínica se empleen con preferencia teorías y metodologías empíricas de inferencia mínima, desde la complejidad de la tarea, la necesidad de interpretar es obligada. Una de las razones que lo abonan es que, para su debido análisis las conductas problemáticas han de ser investidas de teoría; es la relación de constructos con los problemas.

Estos tienen a menudo causas múltiples, además, varían en combinación con otras conductas, son idiosincrásicas y están determinadas por interacciones con el entorno sociocultural, así como con variables intra-individuales cognitivas, afectivas, motivacionales (O´Brien y Haynes, 1997). Las tareas principales a realizar a lo largo del proceso de evaluación se resumen en tres: (a) acopiar información y datos empíricos, esto es, acerca de hechos evidentes; (b) teorizar sobre ellos, pasando de la formulación de hipótesis a contrastarlas y elaborar los datos válidos; (c) extraer conclusiones prácticas, lo que en particular conlleva trabajar cogniciones referidas a síntesis, interpretaciones e integraciones.

Aunque la interpretación esté presente en todos los momentos del proceso evaluador, la intensidad interpretativa es mayor en la fase de sistematización final asociada a la emisión de juicios diagnósticos y toma de decisiones (Fernández-Ballesteros et al., 2001; Godoy y Gavino, 1999; Patel y Groen, 1992).

La naturaleza de las interpretaciones varía, pasando de ser meramente descriptivas, por ejemplo, las referidas a las puntuaciones obtenidas en los test, escalas, etc., a más complejas si atañen a la integración de datos, cuantitativos y cualitativos, provenientes de diferentes métodos y técnicas, tanto estadísticos como clínicos.

En la fase hipotético-deductiva las inferencias razonadoras son las que corrigen cualquier arbitrariedad o especulación explicativa, lo que lleva a la verificación de las hipótesis transitando desde la prueba a la interpretación conclusiva. Se justifican así las interpretaciones iniciales (Dunkley, Blankstein y Segal, 2010).

  1. En último término, toda hipótesis es revisable.
  2. Nunca se puede afirmar tajantemente que una interpretación es justa y siempre se puede decir, o decir con más facilidad, cuándo es equivocada (Eco, 2012).
  3. La interpretación tiene implicaciones múltiples durante el entero proceso de evaluación, unas son teóricas y otras aplicadas a los datos de observación y la subsiguiente elaboración de los mismos (Sandi-Urena, 2009).

Cuanto más amplia sea la red de significados que el clínico vaya extrayendo, mayor será su capacidad de establecer nuevas relaciones e interpretaciones. La visión holística le ayudará a otorgar sentido a las mismas. Toda interpretación comienza con la necesidad de responder a preguntas que surgen ante la imposibilidad de comprender los fenómenos en sus propios términos (Evans, 1993; Levy, 1971).

Y se plasma en un proceso cognitivo en el que se atribuyen características de una clase general a una individual que se considera incluida en la primera (Allport, 1977). Las interpretaciones, que incluyen valoraciones, integraciones y juicios complejos, conllevan la transformación de lo molecular y aislado, en molar, holístico y contextualizado.

Dichas transformaciones de tipo inferencial facilitan el acceso al significado de los comportamientos. Asimismo permiten su personalización, potenciándose de este modo el acceso a resultados de mayor relevancia y utilidad clínica (Prins et al., 2008).

Las cogniciones interpretativas atraviesan la totalidad del proceso de evaluación psicológica y atañen sobre todo al quehacer del evaluador: la recogida de información, el análisis, las síntesis de integración que preceden a las conclusiones en las que se apoyan los juicios clínicos y la toma de decisiones para la intervención (Adams-Webber, 2003; McClelland, 2010).

Son muchas y laboriosas las interpretaciones a realizar de parte del clínico. Los síntomas psicopatológicos y las conductas problema en general requieren un análisis topográfico, en su caso la incorporación de interpretaciones de los resultados de mediciones (test, cuestionarios, escalas), la valoración del orden jerárquico y peso de cada uno de los resultados, la interpretación de la dinámica interactiva única entre ellos, su integración que va precedida de la visión holística y unitaria, la anticipación de las interpretaciones valorativas acerca de las consecuencias previsibles asociadas a las decisiones que se tomen, etcétera (Caro, 2011; Lee y Truex, 2000).

En las Guías del Proceso de Evaluación (GAP) (Fernández-Ballesteros et al., 2001) que pretenden registrar las principales tareas cognitivas a realizar por el evaluador psicológico a lo largo del correspondiente proceso, no se menciona la interpretación, con la única salvedad de la guía 36 (“El evaluador debe analizar e interpretar los datos de las pruebas y demás procedimientos de evaluación de acuerdo con las últimas normas, estándares y conocimientos disponibles”).

Quizá se deba a que se dé por sobreentendido el componente de interpretación. De hecho, en mayor o menor medida se encuentra en cogniciones que ahí se mencionan como: identificar, comprender, analizar, explorar, averiguar, valorar, comprobar, comparar, distinguir, revisar, jerarquizar, sintetizar, integrar; por supuesto, evaluar (Fernández-Ballesteros, Márquez, Vizcarro y Zamarrón, 2011).

En este trabajo se traen al primer plano las cogniciones de tipo inferencial, interpretativas, del proceso evaluador que con mayor énfasis se concentran en las fases de elaboración de datos, formulación de hipótesis y en las fases de integración que derivan en formulación del juicio diagnóstico y establecimiento de conclusiones con la correspondiente toma de decisiones.

De forma que las consideramos una de las competencias generales de mayor importancia, asociada a las capacidades de inteligencia emocional y autonomía personal entre otras (Roe, 2002). En cualquier caso es necesario incorporar el objetivo de la mejora de dicha competencia a los programas de formación y cualificación de los psicólogos clínicos (Elman, Illfelder-Kaye y Robiner, 2005; Rodolfa et al., 2005).

  • La interpretación Según Francis Bacon (1561-1626), “el hombre es un intérprete de la naturaleza”.
  • La conducta humana es acción significativa en el mundo, es decir, subjetiva y mental, con sentido (Yela, 1991).
  • No cabe pensar en el proceso de construcción del conocimiento sin atender al fenómeno de la interpretación a muy distintos niveles.

La interpretación es un proceso creativo que lleva a ampliar el conocimiento estableciendo conexiones nuevas y creando significados. La interpretación psicológica comienza cuando, en nuestro caso, el evaluador se pregunta sobre el significado de los datos, decide ir más allá de la estricta información que contienen y transformarlos cargándolos de inferencias.

Lo cual supone redefinir y reestructurar, aportando descripciones alternativas conectadas con algún marco teórico de referencia del evaluador (Banyard, Cassells, Green, Hartland, Hayes y Reddy, 1995; James, Southem y Blackburn, 2004; Levy, 1971). No se concibe conocimiento auténtico ajeno a la interpretación, en el nivel que corresponda.

Comprender es captar significados. Bien es cierto que un concepto está abierto a varios significados. La evaluación conlleva discernir, tejer una red de significados y sentidos de carácter explicativo, personal y valorativo. “El concepto fundamental de la psicología humana es el significado y los procesos y transacciones que se dan en la construcción de los significados” (Bruner, 1990, 47).

En el propio razonamiento ya existe, junto al deductivo, un componente de inferencia que establece la correspondencia entre los enunciados del lenguaje y el conjunto de reglas sintácticas (González Labra, 2011). Los términos “significado” y “sentido” se utilizan como sinónimos, si bien el primero atañe más al “qué”, el contenido; mientras que el segundo refiere al “para qué” o finalidad del comportamiento analizado.

Para interpretar bien el sentido, además del contexto, se precisa conocer la intención, los valores y motivación, así como la finalidad u objetivo del comportamiento en cuestión. En cuanto al evaluador científico, además de la sujeción al método y el respaldo de la teoría, es importante la consideración de aspectos humanos suyos tales como la actitud, los conocimientos previos, el talento, la creatividad y la capacidad de comprensión (Gabucio, 2004), sin los cuales resulta difícil imaginar que puedan producirse interpretaciones veraces.

Conocer equivale a traducir y reconstruir la realidad apoyándose en la observación y el razonamiento, pero completándolo con el salto adelante que propician los aportes de la intuición con sus hipótesis explicativas o de otro tipo que, una vez justificadas, cabrá incorporar al bagaje del conocimiento (Morin, 2001).

La interpretación subsume distintas tareas cognitivas complejas de generación e integración, de absorción y transformación de la información (McClelland, 2010). Son procesos cognitivos todavía no bien conocidos que utilizan mecanismos específicos de representación mental que se activan especialmente en determinados momentos (Adams- Webber, 2003; Adams y Aizawa, 2010; Arias, 2012; Lee y Truex, 2000).

  • En psicología las informaciones y datos encierran un componente latente de ambivalencia en cuanto a su significado que es preciso resolver en función de las demandas del contexto en que se producen (Domingo, 2005).
  • Así, por ejemplo, los sobreentendidos en la comunicación verbal son resultado de inferencias hechas por los interlocutores en función tanto del conocimiento compartido, como del clima de entendimiento y complicidad que existe entre ellos (Ibáñez, 2010).

En el lenguaje escrito el peso relativo del contexto a la hora de interpretar es menor que en el lenguaje oral, por lo que la información ha de ser más explícita a fin de ser bien entendida. Según sean los supuestos, el evaluador activará esquemas cognitivos diferentes para interpretar los mensajes e informaciones que le lleguen.

En el primer caso será mayor la carga inferencial movilizada y la apelación a la intuición, debido a que, a diferencia de la comunicación verbal directa, no cuenta con el apoyo de códigos no verbales y la posibilidad de retroalimentación entre los agentes de la comunicación (Cormier y Cormier, 1994; Ibáñez, 2010).

Las inferencias que efectúa el evaluador le son útiles para distintos fines: determinar el alcance de una información, ampliar su contenido, codificarla y recodificarla, transformarla, atribuirle significado, inducir, deducir, abstraer, etc., útiles también en la abducción, esa forma de silogismo (conjetural y que empieza a ser creativa) cuya premisa mayor es evidente y la menor menos evidente o solo probable.

Por supuesto la interpretación es asimismo un decisivo recurso para generar hipótesis, profundizar en el conocimiento construido, comunicarse con el paciente y acertar a personalizar los datos. Ahora bien, si las correspondientes interpretaciones no se concentraran en explicar lo observado, sino en tratar de explicar lo imaginado, se resentirá la validez de las mismas con riesgo de caer en la especulación (Butler, Champan, Forman y Beck, 2006; Hofer y Pintrich, 2002; Levy, 1971; Shinamura, 2000).

Es la teoría desde la que trabaja el evaluador clínico la que le suministra el código de leyes, signos y reglas útiles para comprender los comportamientos, las variables que éstos implican, su nomenclatura, qué interpretar y cómo, en suma, los recursos cognitivos y ciertas pautas para transformar la información en determinada dirección interpretativa.

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Esa actividad cognoscitiva de codificación y recodificación, de formación de conceptos, de despliegue de abstracciones, inducciones y deducciones, que conducen a reformulaciones transformadoras de la información de partida, es lo que se conoce como tarea interpretativa (Godoy, 1996; Levy, 1971). La tarea de interpretación es necesaria, pero está erizada de riesgos para el clínico preocupado de realizar un trabajo que se caracterice por la objetividad y el rigor científico.

Interpretar consiste idealmente en explicar y detectar el sentido o significado de un dato, profundizando en su comprensión y alcance como conocimiento completo. Sin embargo, “la interpretación suplanta a la explicación allí donde la explicación no tiene cabida” (Castilla del Pino, 1992, p.1362).

Aunque potencialmente múltiples para su incorporación a la ciencia, las interpretaciones asumen unos límites (Eco, 2009). Así, la interpretación (hermenéutica) facilita el acceso a la comprensión en profundidad, siempre y cuando las inferencias realizadas sean justificadas y no conlleven saltos intelectuales en el vacío, esto es, gratuitas especulaciones.

Para atenerse al marco científico las interpretaciones deben referirse a observaciones, ser ajustadas y precisas, fiables y válidas. En concreto la validez de constructo se refiere a la validez de las inferencias efectuadas sobre fenómenos no observables (constructos teóricos) en base a fenómenos observables o indicadores que se relacionan con aquéllos en el marco de alguna teoría o modelo teórico (Fernández-Ballesteros y Calero, 2004).

  1. Es indudable que se necesitan conceptos para pensar los datos.
  2. Desde determinados marcos teóricos, como el de atributo o de rasgo, el evaluador toma los comportamientos del sujeto evaluado como signos de unos significados que el modelo de personalidad le presta y le ayuda a elaborar de modo congruente por cuanto que le permite establecer relaciones probabilísticas entre las variables estudiadas.

En términos generales cabe, pues, precisar que las interpretaciones nacen de conectar: (a) un determinado dato con otro u otros del mismo sujeto; (b) algún dato actual con otro u otros del pasado; (c) un dato que se asocia bien a un contexto u a otro; todos ellos contemplados desde un enfoque teórico u otro.

  • De este modo, para obtener el significado de los datos es siempre necesario apoyarse, explícita o implícitamente, en conceptos pertenecientes a alguna teoría o modelo teórico (Ibáñez, 2003; Ibáñez y Maganto, 2009).
  • La interpretación parte de relacionar los datos de interés prioritario con otros asociados a éstos, así como con los del contexto y los objetivos que se hayan marcado.

Las interpretaciones que vayan efectuándose afectan al conjunto de datos, con los que interactúan de manera múltiple y dinámica, originando cadenas de cambios e influencias innovadoras varias. Entre ellas la de catalizar, impulsar, acelerar o reconducir procesos que se sustancien en avance del conocimiento y depuración del mismo (León y Pérez, 2003).

Las interpretaciones que se ajustan a criterios de rigor científico, se seleccionan entre otras posibles. De modo que quien interpreta elige la opción que aparece más ajustada, decisión que no se lleva a cabo por capricho, ni de manera mecánica, sino mediando siempre un razonamiento que lo justifique.

Las interpretaciones, por cuidadas que sean, no pasan de ser propuestas verosímiles, sólo quienes sufren intolerancia a la incertidumbre las convierten en certezas. Pero “toda interpretación dada como cierta es falsa” (Castilla del Pino, 1992, p.1361).

Las inferencias, necesarias y presentes en todos los momentos del proceso de evaluación, se dan con más intensidad en el marco de unos determinados modelos teóricos que en otros; si se recurre más a métodos indirectos que directos; y si las variables analizadas son de nivel cognitivo en lugar de conductual o psicofisiológico.

Es preciso, pues, mantenerse alertados contra el riesgo de inferir sin la necesaria contención y rigor (Godoy, 1996; Prins et al., 2008). En todo momento el evaluador clínico ha de saber diferenciar lo que son evidencias empíricas de los supuestos hipotéticos con sus interpretaciones tentativas, ya que en ocasiones pueden ir demasiado lejos, indebidamente influenciadas por sus propios rasgos de personalidad (Fumero, Santamaría y Johnson-Laird, 2010).

Han de diferenciarse las opiniones personales de aquellas interpretaciones bien fundadas, de contenido y nivel razonables, con su correlato de juicios diagnósticos debidamente sustentados. Así, por ejemplo, aquellas interpretaciones que haga el evaluador referidas a la generalizabilidad bien sea de las puntuaciones, elementos del test, temporalidad, situaciones, métodos en curso y dimensiones o variables evaluadas, conectarán estrechamente con las distintas clases de validez disponibles (Fernández-Ballesteros y Calero, 2004).

En general, en los distintos supuestos interpretativos el evaluador tratará de confirmar empíricamente la bondad de las posiciones adoptadas con el mayor rigor a su alcance. El descuido y la improvisación interpretativa precipitada han de sustituirse por un mayor grado de autoconciencia.

  1. El evaluador prestará atención a sus propias metacogniciones a fin de detectar las percepciones, pensamientos y sentimientos, que afecten negativamente a sus interpretaciones (Ibáñez y Maganto, 2009).
  2. Intuiciones y heurísticos Además de contar con las inferencias lógicodeductivas, inductivas, etc., se han de considerar, asimismo, las de tipo intuitivo-empático que por su naturaleza subjetiva exigen mayor autorregulación a fin de que puedan generar conocimiento válido (Tversky y Kahneman, 1984).

Etimológicamente, intuición remite a “mirar con atención”, lo que induce a una visión intelectiva por inspiración, con percepción inmediata de lo esencial de aquello que se observa. Constituye una forma de conocimiento directo caracterizada por la inmediatez y la contemporaneidad (Dowie y Elstein, 1999).

Valgan como ejemplos de aplicación cotidiana del conocimiento intuitivo, las vivencias estéticas y de captación de valores. En suma, con mayor razón para el clínico, la intuición es una forma de pensamiento complementaria al razonamiento formalizado. En el orden emocional e interpersonal, la empatía es la cualidad que permite inferir y comprender en profundidad aquello que el otro siente.

La empatía es una propiedad, intuitiva y a la vez interpretativa, que permite la captación íntima de las emociones y sentimientos ajenos, así como su significación e importancia subjetiva (Sims, 2008). Dicha significación la capta el clínico por un proceso de transposición, imaginario e interpretativo, que adopta el marco interior de referencia del paciente, sin que por ello el clínico pierda la referencia de su propia identidad.

  • De algún modo la intuición, ese saber implícito -“saber tácito” lo llamó Polanyi (1967)- que junto al sentido común, forman parte del conocimiento ordinario el cual, sin ser ajeno a la razón, posee un sustrato empírico, de conocimiento previo y de experiencia importantes.
  • El científico no lo desdeñará sino que sabrá incorporarlo al proceso de avanzar en el conocimiento.

La intuición inspira un cierto paralelismo con la interpretación en el sentido de que ambas dan rápidamente con algo que no siendo inicialmente patente se vuelve manifiesto. Con ella se llega a una conclusión concreta sin que, por lo general, se tenga conciencia de todos los pasos lógicos intermedios (Damasio, 2006; Dowie y Elstein, 1999).

¿Pero cómo evaluar entonces la calidad de las intuiciones que aplica el evaluador clínico? La calidad de ellas dependerá de lo bien que se haya razonado con anterioridad; de lo bien que se hayan clasificado los acontecimientos de la experiencia pasada en relación con las emociones que los preceden y suceden; y también de lo acertadamente que se haya reflexionado sobre éxitos y fracasos de intuiciones manejadas con anterioridad (Damasio, 2006).

El “insight”, facilitado por la intuición, permite el discernimiento de lo propio, mientras que el “grasping” (captar) se refiere a la detección o aprehensión rápida del núcleo de sentido de una actuación ajena (Castilla del Pino, 1992). Esta capacidad se potencia con la empatía, que en última instancia no deja de ser, a su vez, la capacidad de inferir el sentimiento ajeno.

  1. El término “insight” puede ser traducible no sólo como discernimiento rápido y comprensión penetrante, sino también como golpe de intuición, pues “ésta es una condición para golpe de vista que, por definición, se considera acertado” (Castilla del Pino, 2004, p.335).
  2. Aunque intuición, “insight” y “grasping” sean conceptos todavía insuficientemente estudiados, no por eso dejan de ser actuantes.

De hecho, la maestría del profesional evaluador no es ajena a ellos y se refleja, por ejemplo, en su capacidad de manejar selectivamente mucha información, establecer inferencias bien controladas y mantener varios modos de considerar las cosas al mismo tiempo; todo ello sin interrumpir el flujo de la investigación conducente a confirmar o refutar las hipótesis de trabajo (Basoredo, 2011; Schön, 1998).

En suma, donde no es posible el acceso al conocimiento objetivo se requiere el concurso de una “subjetividad disciplinada” (Ericson, 1958). Esta actitud autocontrolada y precavida de objetivación, ha de conducir a someter las interpretaciones a prueba. Lo cual pasa por el refrendo del paciente y de otros informantes, así como el empleo de otros procedimientos alternativos, entre ellos el de la triangulación (Ibáñez, 1997).

Otra de las maneras de contrastar las conclusiones interpretativas la ofrece el trabajo en grupo y con mayor garantía el trabajo en equipo multidisciplinar (Malcolm, 2004). La realidad nos dice que el modo humano de procesar la información no es tan lógico y racional en tanto que la razón no puede dar cuenta del pensamiento, sino que en su lugar se utilizan heurísticos (Tversky y Kahneman, 1984).

  • Estos son reglas y estrategias cognitivas, por lo general sencillas y fáciles, que sirven para decidir con rapidez y solucionar problemas, aunque con sesgos (González Labra, 2011).
  • La cognición humana, más que lógica, es “psico-lógica” (Moreno y Peñacoba, 1996).
  • Los heurísticos sirven también y sobre todo para descubrir, también para comprender, y se insertan dentro del pensamiento inductivo y analógico, en contraposición a los desarrollos deductivos y analíticos más rigurosos.

De hecho, el valor heurístico de una teoría reside en la fuerza que tenga para sugerir hipótesis verificables. Las interpretaciones actúan a modo de hipótesis imprescindibles en la buena marcha de las evaluaciones clínicas (Ibáñez, 1997; 2010). Más adelante se aludirá a los errores interpretativos que la intuición y los heurísticos cognitivos conllevan, pero no se entenderá bien si no se parte de lo siguiente.

No existen buenas interpretaciones que vengan establecidas de antemano, sino maneras idóneas de llegar a ellas guiados por una combinación de confiada osadía intelectual y prudencia ante el hecho mismo de interpretar (Gigerenzer, 2008). Niveles interpretativos Los datos piden ser interpretados, para lo cual el evaluador, en el marco de algún modelo teórico que le proporcione los elementos necesarios para hallar el significado psicológico de los datos, irá de los indicadores a los constructos.

Las inferencias interpretativas se efectúan a dos bandas: a) Por parte del sujeto evaluado. La inferencia es un grado de transformación de la información tendente a otorgarle sentido que puede concentrarse no sólo en el lado del evaluador sino también en el de la parte evaluada.

El sujeto evaluado en el proceso de suministrar información al evaluador efectúa algunas inferencias. En este sentido se distinguen tres niveles de inferencia (Escalante, 2010; Ibáñez, 1997): – De verbalización. Se refiere a contenidos informativos inmediatos que el sujeto evaluado comunica, espontáneamente o a requerimiento del evaluador, sin que medie de su parte elaboración interpretativa.

– De descripción. Se refiere a una información más elaborada que las meras verbalizaciones, donde se produce alguna descripción, cualitativa o cuantitativa, de dichas informaciones, lo que entraña en alguna medida de su parte valoración interpretativa.

De explicación. Alude a un tipo de información muy elaborada, de intención explicativa, que como tal conlleva una importante carga interpretativa y el consiguiente riesgo de caer en error. b) Por parte del evaluador. Se han diferenciado cuatro niveles de progresiva intensi dad inferencial (Sundberg, Tyler y Taplin, 1973): – Nivel de inferencia I.

Concierne a datos que son directamente observables donde la conducta a evaluar es considerada como muestra del comportamiento habitual del sujeto evaluado, lo que ilustra acerca de lo que se espera que haga en condiciones parecidas. Este nivel bajo de inferencia es típico del modelo conductual.

  1. Nivel de inferencia II.
  2. Se efectúa una generalización empírica, de forma que la conducta a evaluar se relaciona con otra más amplia con la que habitualmente va junta y cuya relación está estudiada.
  3. Es propio del modelo conductual-cognitivo.
  4. Nivel de inferencia III.
  5. Aquí las afirmaciones teóricas van más allá de lo observable y necesitan un puente para llegar a lo empírico, las reglas de correspondencia.

Las reglas de correspondencia permiten pasar del nivel teórico al empírico y viceversa. Este nivel de inferencia implica tomar la conducta a interpretar como signo de la existencia de determinado constructo –un rasgo de personalidad, por ejemplo- que (hipotéticamente) la explica.

Así que en estos supuestos se parte de interpretar ciertos constructos que subyacen a los comportamientos evaluados como sucede con las inferencias habituales en los modelos teóricos de atributo y cognitivo. – Nivel de inferencia IV. El concepto inferido de la conducta del sujeto se integra directamente, sin reglas de correspondencia, en una teoría de la personalidad en la que halla su sentido interpretativo profundo.

Este tipo de salto inferencial excesivo es frecuente en el modelo psicoanalítico donde la interpretación como tal cobra un protagonismo muy alto. Hasta el punto de poder caer en el error al pasar del contexto de descubrimiento a las conclusiones sin detenerse en el contexto de justificación.

Tal como se ha visto, las inferencias no son fáciles de realizar con el debido rigor. Sin embargo, a la postre son necesarias, por más que se imponga la cautela y contención. Si todas las ciencias interpretan, la psicología no es ninguna excepción (Staats, 1997). Errores y sesgos interpretativos Las interpretaciones pueden errar por especulativas o por el efecto indeseado de diferentes sesgos del evaluador, quien interpreta apoyado en sus esquemas de conocimiento y disposiciones lo que percibe, lo que analiza y valora y, en general, el conjunto de elaboraciones que efectúa de las interpretaciones que maneja.

El sesgo es un error que se comete de modo sistemático y, en general, no consciente por lo que cuesta más corregirlo (Macrae y Bodenhausen, 2000). La activación de prejuicios y estereotipos, por ejemplo, asociados al envejecimiento (Bustillos, Fernández-Ballesteros y Huici, 2012), no sólo se ha comprobado que afectan al comportamiento de los pacientes, sino al de los mismos evaluadores, produciendo en ellos distorsiones interpretativas (Devine, 1989; Wheeler y Petty, 2001).

Como se ha dicho, los errores pueden colarse en distintos momentos de la cognición: a) procesos de percepción; b) procesos de tratamiento cognitivo de la información; c) conceptos afectados por la idea acerca de sí mismo; d) atribuciones causales; e) expectativas; f) contenidos de la memoria reprimidos, deformados, etc.

Así, algunos ejemplos de errores que se cometen en las interpretaciones son los asociados a la simplificación de las situaciones, el olvido de datos fundamentales, la confusión respecto a lo que informan (por ejemplo, confundir correlación estadística con causalidad) y el hecho de considerar sólo aquellos datos más representativos o que se muestran más disponibles, etc.

Tversky y Kahneman, 1984). Los errores cometidos pueden ser de tres tipos: a) Por interpretación excesiva. Se medirá por el valor absoluto (positivo o negativo) de la diferencia de valores asignados a cada dato por el evaluador clínico y los jueces expertos. b) Por omisión de interpretación. En este caso el evaluador clínico no asigna peso a ítems de información que sí son valorados como interpretables por los jueces expertos.

c) Por signo inverso de los errores de interpretación. Siempre en relación al asignado por jueces expertos, si se desea aplicar la evaluación externa del trabajo del evaluador clínico (Maloney, Risko, Preston, Ansari y Fugelsang, 2010). La percepción –por supuesto también la del evaluador– es un proceso activo, cognitivo, guiado por filtros (por ejemplo, aquello que interesa percibir, los esquemas cognitivos, la teoría implícita de la personalidad barajada, etc.) y mediatizado por inferencias.

  • Además de los sesgos de los autoinformes, los del evaluador se producen en los tres niveles de percepción, organización de la información percibida e interpretación consiguiente.
  • Los prejuicios de percepción o la estrechez de concepción limitarán gravemente al intérprete en la variedad y extensión de sus interpretaciones” (Levy, 1971, p.66).

Cada proceso cognitivo está cuajado en potencia de lagunas, errores y distintos sesgos. Entre estos últimos se pueden diferenciar: los determinados por aspectos sociales y culturales; los que acompañan a los procesos de inferencia como tales; y los asociados a características del evaluador (personalidad, conocimientos, estado de ánimo, expectativas, etc.).

Vázquez, 1995). Ni siquiera los datos de observación directa están libres de sesgos, dado que el perceptor no es neutral u objetivo, sobre todo si se apoya en teorías que tienden a ser especulativas. Un caso muy extremo a considerar es el que Castilla del Pino (1991) denomina “error diacrítico”, que ocurre cuando se homologa una interpretación a una observación o a un dato evidente, tal como se manifiesta en la psicopatología del delirio.

Los errores de interpretación más frecuentes consisten en: forzar el proceso dando por supuestas en las relaciones una vinculación causa-efecto inexistente; Efectuar saltos inferenciales subjetivos no justificados; Ignorar datos determinantes que permitirían plantear en sus justos términos la interpretación; Dejarse arrastrar por la expectativa que fuerza la impresión de coincidencia entre las hipótesis y los resultados reales, objetivos; Tender a sobrestimar, en la explicación del comportamiento ajeno, los factores de personalidad y a subestimar los factores situacionales.

  • A la tendencia interpretativa de confirmar, sin la necesaria sustentación, las expectativas, preconcepciones, incluidas las hipótesis del evaluador, se la conoce como “sesgo confirmatorio” (Wason, 1960).
  • Es de gran importancia su control en el procesamiento de la información, en particular durante la fase de justificación del proceso evaluador (Fugelsang, Stein, Green y Dunbar, 2004).

Otros sesgos a evitar en la interpretación son: las inconsistencias e incoherencias; las ambigüedades, que ocultan insuficiente claridad y precisión; los automatismos interpretativos, prematuros y superficiales, impuestos por el “sentido común”, que conducen a destacar la aparente, pero inconsistente, “coherencia” de algunas interpretaciones; las infravaloraciones o supervaloraciones; los datos e ideas que se dan falsamente por hechos;) las deducciones y presuposiciones infundadas; las proyecciones subjetivizadoras; las generalizaciones abusivas; las atribuciones indebidas; la influencia del heurístico de representatividad, según el cual se tiende a evaluar la probabilidad de que A se asocie con B basándose en la similitud percibida entre A y B; y finalmente la influencia del heurístico de disponibilidad o tendencia a basar los juicios en lo que es más familiar o se conoce mejor; etcétera (Brodish y Devine, 2005; Dunlosky, Rawson y Middlenton, 2005).

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En resumen, tan inevitable como que el evaluador tenga que interpretar las informaciones y datos que le llegan, es que éstos se vean más o menos afectados de insuficiencias, errores y sesgos de muy diferentes tipos. Algunos de ellos ya se han apuntado y cabe destacar la confianza excesiva en los propios juicios y creencias o sobrevaloración del pensamiento propio, que por sí mismo tiende a dificultar la objetividad y corrección de las interpretaciones.

Un procedimiento útil para llevar a efecto, en situaciones de formación y supervisión, la tarea de evaluar el grado de competencia que el evaluador clínico recién iniciado posee al interpretar, es el panel de expertos. Estos jueces tendrán acceso a las cogniciones y metacogniciones del sujeto a evaluar a través de la información cualitativa que les llegue por medio de la técnica cognitiva del “pensamiento-en-voz-alta”.

  1. A través de ella conocerán la forma en que el clínico en cuestión percibe, analiza, interpreta y enjuicia los distintos reactivos, con la posibilidad de valorar sus aciertos y errores.
  2. Podría hacerse en vivo (con algunas reservas) o en diferido (con limitaciones producidas por el rendimiento de la memoria) (Cohen y Swerdlik, 2001).

La integración interpretativa El proceso de integración de datos, paralelo al de interpretación, consiste en pasar de la multiplicidad de datos – debidamente filtrados, analizados, organizados, relacionados, asociados – a su progresiva reducción, vía agrupación y síntesis de los más significativos hallados.

En la primera fase analítica la reducción exige organizarlos en categorías manejables, aclarar su utilidad, sintetizar y comparar. La segunda fase de reducción pasa por seleccionar, focalizar, abstraer y transformar los datos e informaciones disponibles. Este proceso de integración interpretativa facilita la comprensión de la estructura y significado global.

La cantidad y la complejidad de los datos que habitualmente tiene a disposición el evaluador, a menudo exceden su capacidad integradora (Haynes, 1994). Según recuerda este autor, es más difícil extraer inferencias de las variables de nivel superior, que son las que se barajan en las fases avanzadas del proceso evaluador.

En todo caso, existen distintos niveles de integraciones. La interpretación como tal va unida a la integración de datos, de modo que en el proceso de evaluación, el desdoblamiento atomizador provocado por el análisis inicial derive en síntesis global y recuperación de la realidad unitaria del sujeto evaluado.

Los datos a integrar incluirán aquellos que, aunque parciales, fragmentarios y en apariencia periféricos, resulten útiles para respaldar la evaluación de cara a la emisión del juicio diagnóstico, etc. Por lo general, los errores al respecto se deben menos al defecto de los datos que a los fallos en la manipulación de los mismos y a errores que se cometen al integrarlos e interpretarlos (Elstein y Bordage, 1984).

Finalmente, la información disponible para el evaluador clínico ha de ser -además de suficiente y relevante- válida, significativa y consistente. La forma emergente de trabajo multidisciplinar si bien permite abordar en su complejidad bio-psicosociocultural (Montealegre, 2005) la actividad humana y más en particular los problemas estudiados en el área clínica, exige mayor capacidad de integración de la multiplicidad de datos provenientes de campos de conocimiento distintos.

Las perspectivas de los profesionales que confluyan en la evaluación del caso clínico se esforzarán para llegar a síntesis integradoras idiográficas de los factores relevantes, y que por supuesto integren asimismo las perspectivas de los clínicos y la de los pacientes (Mezzich et al., 2002).

  • Recomendaciones finales para interpretar en clínica La interpretación ha de apoyarse en el conocimiento científico y en una forma científica de trabajar.
  • De modoque una interpretación filosófica o especulativa, que se limite a dar cauce a una intuición alejada de la evidencia empírica, no puede ser conclusiva si no está justificada al modo de las hipótesis de trabajo.

Por lo demás, es indudable que con frecuencia pueden servir, además, como estímulo del pensamiento. Por consiguiente, además del esfuerzo de evitar caer en errores y sesgos, conviene tener presentes algunas pautas, directrices o recomendaciones útiles que garanticen la calidad científica (Fernández-Ballesteros y Calero, 2004; Newman, 2010; Rodolfa et al., 2005).

  • Las recomendaciones que siguen atañen específicamente al proceso cognitivo de interpretar correctamente.
  • La responsabilidad inherente a la interpretación es una tarea que el clínico no puede delegar en nada (método, técnica) ni en nadie.
  • Aprender a pensar de forma empírica le alertará sobre la necesidad de contar con suficiente evidencia para la interpretación.

En caso de duda sobre si efectuar o no una interpretación, se aconseja no hacerla o ajustar su nivel hacia abajo. Obviamente, toda forma de conocimiento ha de sustentarse en la lógica del procedimiento y en la convicción íntima del agente. Valorar el alcance, posibilidades, validez, limitaciones de los datos de base que vayan a ser interpretados.

En líneas generales, conforme el comportamiento a evaluar sea más simple, observable en forma directa, dotado de significado patente y en apariencia menos relevante en relación a la explicación o consecuencias del problema en estudio, en principio, se requerirá menor carga e intensidad interpretativas.

Tener siempre en cuenta en toda su complejidad las interacciones entre datos (cuantitativos y cualitativos) y de éstos con los antecedentes y el contexto donde se producen. Extraer el máximo de posibilidades que proporcione la teoría o modelo teórico de referencia, pero sin forzarlos en ningún caso.

La profundidad de la interpretación debe ser apropiada a la calidad (objetividad, validez), relevancia de los datos disponibles y objetivos. Para poder emitir un diagnóstico y evaluación correctos es más útil disponer de una buena integración, valoración e interpretación de la información que empeñarse en acumular demasiada información.

El buen profesional sabe qué información necesita y cuándo es relevante. Evitar en lo posible el manejo de información ambigua en tanto que exacerba la urgencia interpretativa, el riesgo de imprecisión al efectuarla y conduce a resultados subjetivos carentes de fiabilidad.

  • Apoyarse en lo posible en datos objetivos, limitando al máximo las inferencias de alto nivel; así como posponer en el tiempo, el momento interpretativo a fin de evitar o reducir el efecto multiplicador de los sesgos producidos en fases interpretativas tempranas.
  • Buscar la coherencia en las concatenaciones e integraciones que se hagan de las interpretaciones puntuales de los datos, antes de integrarlas en la fase final que precede a la emisión de juicios diagnósticos, pronósticos y otros.

Deben darse suficientes evidencias para apostar por una determinada interpretación; evidencias que sean, además, recurrentes y concurrentes, convergentes. Aprender a distinguir entre impresiones subjetivas y evidencia objetiva. Ha de tenerse siempre presente la condición probabilística de las interpretaciones.

  • Las interpretaciones deben pasar un proceso interno de validación que lleve a considerarlas primero como hipotéticas y ser probadas antes de su aceptación.
  • Contrastar dichas hipótesis conlleva, en sentido estricto, considerar las hipótesis rivales que pudieran refutarlas; esto es un trámite que tiende a evitarse.

Por último, a modo de recomendación general, subrayar que el hecho de remitirse a la evaluación clínica basada en la evidencia impulsa las metacogniciones del profesional y le aporta, entre otras, la ventaja de minimizar la subjetividad y sesgos de las interpretaciones, lo que permite incrementar la validez y rigor de las mismas y por ende de las decisiones que se tomen de cara a la intervención.

La ilusión del profesional que empieza y su deseo de demostrar que se halla capacitado para enfrentar con eficiencia la compleja tarea que lleva entre manos, en un caso; y la precipitación o urgencia del profesional avezado, excesivamente “seguro” de sus intuiciones, en otro caso; pueden conducir a que, en ocasiones, tanto unos como otros no se tomen el tiempo y cuidados necesarios que exige el trabajo de calidad.

Conclusión En este artículo se ha recordado que la psicología, como cualquier otra ciencia, es interpretativa y que por ello moviliza este poderoso recurso cognitivo capaz de potenciar el conocimiento. Toda interpretación incluye un componente, mayor o menor, de subjetividad por lo que es prácticamente imposible demostrar la corrección o validez definitiva de la misma; si bien varía su calidad, unas interpretaciones son más contenidas, lúcidas y rigurosas, más certeras y científicas, que otras.

  • Se ha mostrado que interpretar conlleva procesos cognitivos de gran complejidad y riesgo.
  • El acierto para interpretar compone una competencia general que respalda la eficacia del profesional clínico, no sólo en sus tareas en la evaluación, sino también en las de intervención.
  • Sin embargo, no siempre se le presta la debida atención en los programas de formación y cualificación.

A nuestro entender el pulso principal se plantea entre la necesidad de objetivar, de atenerse a la evidencia; y la de profundizar y asegurar el acceso a conocimientos personalizados y de significación completa. El profesional experto se plantea las cuestiones de modo oportuno, correcto, posee más respuestas, pero también es capaz de hacerse más preguntas, todo lo cual le capacita para interpretar.

  • En este sentido habrán de evitarse los errores y sesgos interpretativos.
  • Para facilitar esto se han aportado algunas pautas que ayudan a mejorar la calidad de las interpretaciones del evaluador clínico.
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¿Cómo se califica un test?

Unidades de Medida para Interpretar la Puntuación de un Test – Para interpretar la puntuación de un test, se parte de los puntajes directos; estos son los resultados iniciales que nos da un test. Por ejemplo, el número de preguntas correctamente contestadas. Pero estas puntuaciones han de transformarse en otras que permitan las comparaciones con el grupo normativo.

¿Qué tres criterios debe cumplir una prueba psicológica?

Los factores que pueden obtenerse a través de las pruebas psicológicas son: Capacidad de adaptación. Capacidad de organización. Capacidad para la toma de decisiones.

¿Qué pasa si no apruebo el examen psicométrico?

¿Qué hago si no apruebo el examen psicotécnico? – En caso de no aprobar el examen psicotécnico, puedes volver a rendirlo en la misma municipalidad que la primera vez; eso si, solo si el examinador lo permite. Ahora, si no aprobaste el examen médico, debes apelar a una reevaluación médica de licencias de conducir rechazadas.

  • Oficio del director de tránsito de la municipalidad.
  • Hoja de vida del conductor,
  • Solicitud de reclamación.
  • Resultados Exámenes sensométrico y psicométrico.
  • Certificado médico particular.

Esta instancia está creada para personas con pequeñas dificultades de salud que sí pueden manejar sus autos. Eso sí, hay que demostrar dichas habilidades y para eso existe este peritaje. Aprobando la apelación, podrás manejar en un futuro cercano sin que ese problema de salud sea un obstáculo.

¿Que se evalua en una prueba psicológica?

Pruebas psicométricas de personalidad – Las pruebas psicométricas de personalidad o proyectivas evalúan cómo los postulantes interpretan una situación, así como otros aspectos personales como su capacidad de adaptación, relación y conflictos internos, habilidades sociales, etcétera. Como Se Califica Un Examen Psicometrico Algunas pruebas psicométricas de personalidad habituales son:

Los Cinco Grandes : considera los 5 rasgos de la personalidad más resaltantes: apertura a nuevas experiencias, tesón, extraversión, amabilidad y estado emocional. El Test 16PF : identifica 16 rasgos que tenemos en diferentes proporciones. Este test, de los más usados, tiene 170 preguntas, determina cómo respondemos a situaciones laborales, y es conveniente para altos y medios mandos. El SHL u OPQ32 : muestra cómo los rasgos influyen en el desempeño laboral, tiene 104 preguntas, mide 32 características, y se basa en escoger las opciones más y menos parecidas a la personalidad del postulante. El SJT : mide la respuesta en una escena laboral y la capacidad de resolver problemas.

Software de reclutamiento y selección con PRUEBAS PSICOMÉTRICAS Capta al mejor talento con un sistema que selecciona aspirantes objetivamente Otras pruebas psicométricas dignas de mención son: Wartegg, Terman Merril, Gordon, IPV, de Colores, Glazer, HTP Test de la Casa, Kostick, Zavic, Machover, de Beck, de Edwards, Vocacional, Mips, de Inteligencia Emocional, entre otros.

En definitiva: las pruebas psicométricas son valiosas herramientas para identificar los talentos más adecuados para un puesto de trabajo y una organización en particular. Realiza un análisis de los requerimientos imprescindibles para cada puesto de trabajo y con base en ellos toma la decisión adecuada para la empresa.

Para decantarnos por uno u otro de estos tests psicométricos será imprescindible analizar el puesto para el que se postula el candidato con profundidad: desde las competencias que requiere hasta las necesidades de la empresa en general.

¿Cuántas preguntas hay que contestar para aprobar un examen tipo test?

TRUCO PARA SABER CUANTAS PREGUNTAS RESPONDER (100(número total de preguntas) /2) + 1 + 3 (número de preguntas incorrectas que restarían una pregunta correcta) = 54. Es decir, el número óptimo a responder son 54.

¿Qué es la puntuación directa de un test?

Apuntes de Psicología para universitarios y Psicólogos. Las puntuaciones directas son el resultado directo e inmediato que se obtiene a la hora de corregir un test. Gregory las denomina puntuación natural, ya que es el resultado inicial de la prueba y casi siempre resulta de la suma de los puntos otorgados a los aciertos del sujeto en un test.

¿Cómo se pueden clasificar las pruebas psicológicas?

Clasificación general – La división más utilizada para diferenciar y agrupar los test psicológicos son en psicométricos y proyectivos.

¿Cuál es el objetivo de las pruebas psicometricas?

Las pruebas psicométricas nos revelan información sobre un candidato que en la entrevista puede pasarse por alto. Descubre cómo usarlas adecuadamente. – Los exámenes psicométricos son una de las tres herramientas más importantes para predecir el desempeño de un candidato en un puesto laboral, porque nos permiten medir dimensiones cognitivas, actitudinales y de personalidad, y cotejarlas con el perfil deseado de manera objetiva.

Las otras dos herramientas tradicionales son el currículum vitae (CV) y la entrevista. A diferencia de sus dos inseparables compañeros de búsqueda y selección de talento, las pruebas psicométricas tienen un superpoder único: no son vulnerables a los sesgos de percepción que atacan a los reclutadores al revisar un CV o al realizar una entrevista cara a cara.

Estos sesgos son una realidad sumamente preocupante en el mundo de los recursos humanos. De hecho, se estima que el 99% de los candidatos son contratados con base en la primera impresión, especialmente cuando la decisión recae en un gerente, que tienen un 50% de posibilidades de tomar una mala decisión basándose en sus “corazonadas”.

¿Cuáles son los instrumentos psicométricos?

Son instrumentos que se componen de una serie de ítems individuales. Cada uno de estos ítems valora una característica bien definida del fenómeno evaluado y admite una puntuación en una escala previamente definida.

¿Qué color tengo que usar para aprobar un examen?

● Color rojo. – Hay muchas hipótesis sobre colores que atraen la buena suerte, pero la más conocida tradicionalmente es la del color rojo, tanto es así que existen miles de complementos enfocados a ser amuletos para aprobar exámenes, desde ropa interior de color roja, hasta la cinta roja de 7 nudos.

¿Cuándo arriesgar en un examen tipo test?

Cómo debemos contestar los exámenes tipo test – Desde luego, empezaremos a contestar por la primera pregunta y, leyendo así, por orden, ir contestando tranquilamente todas aquellas que sepamos con certeza. Después de esta primera vuelta haremos una reflexión: ¿Tenemos contestadas las suficientes respuestas certeras como para aprobar el examen o sacar una nota que consideramos suficiente? ¡ Ojo ! En este caso estamos suponiendo que lo que más nos interesa es simplemente aprobar el examen,

No nos estamos refiriendo ahora a sacar plaza, donde no basta con aprobar o sacar un 6, sino que es necesario, además, obtener una nota cuanto más alta mejor. a) Si la respuesta es afirmativa y tenemos tiempo para ello, haremos primeramente un repaso de las preguntas ya contestadas anteriormente, en la primera vuelta, pues son las que mejor conocemos.

Por esta misma razón, dicha tarea nos llevará muy poco tiempo y será bastante fácil de realizar. De esta forma conseguiremos hacer algo muy conveniente, que es asegurarse contra los fallos «tontos» que hayamos podido cometer sin damos cuenta. Si todo está correcto, leeremos a continuación, una vez más y con detenimiento, las preguntas que hemos dejado sin contestar, en busca de alguna que se nos hubiese escapado o que podamos contestar ahora, bien porque hemos caído en la respuesta correcta gracias a esta segunda vuelta, o bien, gracias a las preguntas ya contestadas, las cuales nos pueden proporcionar a veces la información necesaria para ello.

b) Si no hemos contestado las suficientes preguntas en el examen como para alcanzar el nivel de aprobado, habrá que arriesgarse. Para ello, tendremos que tener en cuenta la fórmula matemática siguiente: «1/(número de opciones posibles – 1)» Supongamos, por ejemplo, que el examen tiene cuatro opciones posibles para contestar (a, b, c y d).

El resultado de la aplicación de esta sencilla fórmula matemática es: 1/(4-1) = 1/3 Donde el número «4» es el número de opciones posibles. El valor obtenido: 1/3», o lo que es lo mismo: 0,33», como prefiramos, representa el equilibrio o igualdad matemática.

  • ¡Fíjate con atención! Podemos y debemos arriesgarnos siempre que nos quiten 0,33 puntos o menos por cada respuesta negativa (errónea) que contestemos.
  • Si por cada respuesta negativa nos quitasen más de 0,33 puntos, la dejaremos en principio sin contestar, en blanco.
  • Prestemos ahora atención al denominador de la fracción del resultado: 1/3.

También es totalmente correcto interpretar dicha fracción diciendo: «De cada tres respuestas negativas (el denominador) nos quitan una positiva (el «1» del numerador. En realidad este siempre será 1)». Si en vez de eso decimos que de cada tres respuestas negativas nos quitan una buena (o positiva), cuya fracción resultante sabemos que es 1/3, nos dijesen un número de respuestas negativas mayor que el denominador de esa fracción (podrían decimos, por ejemplo, que cada cuatro respuestas negativas nos quitan una positiva, o incluso un número mayor de 4), sin dudarlo nos arriesgaremos en todas, pues llevaremos las probabilidades matemáticas a nuestro favor, y en una proporción sumamente ventajosa.

  • En este caso, repito, no debemos dejar ninguna respuesta sin contestación, pero como dijimos anteriormente, no se deben contestar a lo loco; sino habrá que intuir las respuestas, tal y tomo veremos más adelante.
  • Fíjate que en este caso, para que debamos «arriesgamos» claramente y con total ventaja, el denominador resultante de aplicar lo que nos dicen que nos van a quitar por cada fallo tendría que ser mayor de 3, pero también podría suceder, que el denominador de la fórmula fuese menor que el 3 y tendiese, por tanto, hacia el 1, lo que sucedería si nos dijesen, por ejemplo, que de cada «2» respuestas negativas nos van a quitar una positiva, cuya fracción resultante sería 1/2.

Si esto fuese así, las dudosas deberíamos dejarlas, en principio, sin contestar. No obstante, casi siempre sucede que entre las preguntas que dejamos sin contestar, por dudosas, hay unas cuantas de ellas en las que nuestra duda se limita solamente a dos o tres de las opciones disponibles, y no a todas ellas.

De hecho, los casos en los que no tenemos ni idea de la respuesta correcta son realmente excepcionales, pues casi siempre dicha pregunta «nos suena a algo» y podemos descartar alguna de las opciones que nos dan como posibles. Así, con frecuencia decimos en muchas preguntas dudosas: «Esta respuesta seguro que no es».

En estos casos volveremos a tener en cuenta el resultado de la fórmula para contestarlas, tras descartar las que sabemos con toda seguridad que no son ciertas, pues habrá muchas preguntas en las que dudaremos entre dos opciones solamente (otras será entre tres, etc.).

Por ello, nuestra fórmula cambiará según las opciones dudosas que tengamos. Así, finalmente usaremos dos o tres fracciones distintas para cada grupo de preguntas dudosas del examen, ya que estas deberemos agruparlas por el número de opciones reales entre las que dudemos. Ves que, lógicamente, no es igual arriesgarse a contestar cuando dudas entre las cuatro opciones de una pregunta que cuando solamente es entre dos de ellas,

Si el resultado de nuestra fórmula coincide con lo que nos quitan por cada pregunta fallida, de modo que nos encontramos en una situación de equilibrio matemático, o lo que es lo mismo, de total igualdad, el hecho de contestar o no a ese grupo de preguntas dudosas dependerá también de nuestra situación en el examen.

  1. Recordad también que muchas de las veces el mejor método para contestar las preguntas, sobre todo las dudosas es mediante el sistema de eliminación,
  2. Una curiosidad realmente interesante que nos sucederá con más frecuencia de lo que parece es que algunas preguntas del examen, y más en concreto su enunciado (aunque también puede suceder en menor medida con alguna de sus opciones), llegan a aclararnos las dudas de alguna pregunta anterior que tuvimos que dejar sin contestar en la primera vuelta.

Tenlo, pues, en cuenta.

¿Qué significa cuando un psicólogo te hace dibujar un árbol?

Dibuja un árbol y luego lee esto, y verás lo que desvela de tu inconsciente El verano es juego, diversión y tiempo libre, en especial en este verano tan singular. Pero también hay tiempo para el sosiego, para estar más tranquilos, leer, incluso dibujar.

  • Sí, dibujar.
  • El dibujo, además de ayudar a mostrar y fomentar la creatividad, es un espejo de lo que sentimos y nos apota mucha información sobre la personalidad y emociones en un momento determinado.
  • Pero también funciona como una válvula de escape para adultos.
  • A través del dibujo se pueden manifestar emociones de manera inconsciente, así como la autoestima y rasgos de nuestra personalidad”, explica a cope.es Macarena Arnás, autora de GuíaBurros: Lo que revelan los dibujos de tus hijos,

Las técnicas proyectivas se han usado por psicólogos, pedagogos, profesores, en recursos humanos y en la justicia para conocer problemas de abusos sexuales o de acoso escolar, porque se ha comprobado que a través del dibujo desnudamos una parte de nosotros”, advierte. Como Se Califica Un Examen Psicometrico

  • LOS DIBUJOS
  • De entre todos los dibujos, advierte la experta en Técnicas Proyectivas Gráficas, los que más información aportan son aquellos que hacen referencia a la casa, a la figura humana, y a un elemento cuanto menos curioso, los árboles.
  • ¿POR QUÉ UN ÁRBOL?

El dibujo del árbol, tanto en niños como en adultos “es una proyección que permite conocer el inconsciente o esas experiencias traumáticas que nos limitan”. Su dibujo es significativo porque no lo percibimos como una proyección de nosotros mismos -como puede ser un autoretrato- sino que se trataría de algo “mucho más inconsciente”.

El árbol “simboliza la vida, el aprendizaje y el crecimiento”. El árbol simboliza la vida, el aprendizaje y el crecimiento Tanto en niños como en adultos “ayuda a indagar en las emociones más primitivas y nos invitará a desnudar el inconsciente”. ¿CÓMO DIBUJAR EL ÁRBOL? Se trata de dibujar un árbol, sin especificar ningún tipo.

“Es necesario que se haga en un folio en blanco, sin límite de tiempo y con la posibilidad de usar colores, si se quiere. Cuanta menos información demos al sujeto, menos le condicionaremos y dejaremos que actúe el inconsciente”. Como Se Califica Un Examen Psicometrico ¿QUÉ MUESTRA EL ÁRBOL DE NUESTRA PERSONALIDAD?,- TRONCO. Simboliza la fortaleza. La capacidad para afrontar las dificultades.,- COPA. Refleja el mundo de las ideas, la creatividad e imaginación.,- RAMAS. Indican el contacto con los otros, la sociabilidad.

Recursos para desenvolverse.,- RAÍCES. Se relacionan con las costumbres y el arraigo.,- EL SUELO O CÉSPED. El contacto con lo terrenal.,- FRUTAS. “El frecuente que lo dibujen los niños, simboliza la dependencia y el apego a la madre. Sin embargo, en adultos es menos usual, refleja dependencia en las relaciones personales.

A veces simboliza el apego a los hijos o a su pareja, personas sociables pero con miedo a la soledad. ¿QUÉ DEBE ALARMARNOS?,- TRONCO CON MANCHAS O AGUJEROS. “Simbolizan problemas que nos marcan y se han grabado en el inconsciente. En este caso es aconsejable saber la edad del niño o el adulto que ha dibujado el árbol.

Las manchas o roturas que están en la zona superior son problemas recientes. Si están en el centro, indican problemas que le dejaron huella en mitad de su vida, y si están al inicio del tronco, experiencias que le marcaron al inicio de sus primeros años de vida. Si tiene varias roturas es símbolo de sufrimiento a lo largo de su vida”.

,- ELEMENTOS QUE CAEN. “Tanto en niños como en adultos, si del árbol caen frutas o flores simboliza una pérdida que les ha marcado. Es habitual cuando la persona está pasando un duelo”.

  1. Del mismo modo, asegura la experta en su libro que si la persona dibuja un árbol sin tronco “nos encontramos ante alguien imaginativo, sin contacto con la realidad.
  2. No dibujar ramas no tiene por qué alarmar, “indica carácter independiente y menos necesidad de contacto”.
  3. Dibujar un árbol sin césped o suelo “puede ser símbolo de inestabilidad en la familia y de poco contacto con la realidad”.
  4. LOS COLORES

Como Se Califica Un Examen Psicometrico Según explica Macarena Arnás en su libro, cada color tiene un “significado psicológico”:,- AZUL.- “Se relaciona con la emoción, la lealtad, la tranquilidad, la paz y la nostalgia”.,- ROJO.- “Se asocia a la pasión, la impulsividad, la fuerza de voluntad, la energía”.

  1. VERDE.- “Representa la naturaleza, la esperanza, la autoafirmación, deseos de autosuficiencia, constancia, individualismo, firmeza.
  2. AMARILLO.- “Nos indica la actitud ante el futuro, expectación, claridad, brillo, inteligencia, optimismo, ilusión.
  3. Representa el día, el cambio y la alegría.
  4. MARRÓN.- “Se asocia a lo terrenal, al realismo, a las necesidades básicas, seguridad, materialismo.

El uso excesivo del color marrón en los dibujos infantiles puede alertarnos sobre ciertas carencias en lo relacionado con lo material o las necesidades más primarias como puede ser comer o dormir”.•,- NEGRO.- “Representa la negación, el silencio, la discreción, los miedos.

  1. El exceso del color negro puede llegar a tener un componente agresivo y angustioso.
  2. BLANCO.- ” Simboliza la pureza, la ingenuidad, la paz.
  3. NARANJA.- “Se asocia a la fuerza, a la energía y determinación”.
  4. VIOLETA.- ” Representa el cambio, lo ideal, lo místico y la rebeldía”,- ROSA.- “Simboliza el amor, la ingenuidad, el cariño”,- GRIS.- “Representa la indiferencia, la frialdad, la reserva y la falta de compromiso”.

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¿Qué significa el dibujo de la casa y el árbol?

La técnica del dibujo proyectivo Casa-Árbol-Persona o H-T-P (siglas en inglés), se usa para explorar la forma de responder a las presiones ambientales, es decir, la vivencia de la relación dinámica entre el individuo y el ambiente, revela información sobre los conflictos y las preocupaciones del examinado.

¿Qué significa el humo en el dibujo de la casa?

La Chimenea constituye un elemento muy característico en los diferentes dibujos de la casa. Tradicionalmente se ha relacionado el humo con una manifestación de calidez, afecto, recogimiento, etc

¿Qué significan los colores en un test psicológico?

1. Colores básicos o fundamentales – Representan las necesidades psicológicas fundamentales del ser humano. Se trata de los colores azul, verde, rojo y amarillo. A muy grandes rasgos, el azul es el color de la involucración afecta, por lo que representa la necesidad de satisfacción y afecto.

  • El verde representa la actitud hacia uno mismo y la necesidad de autoafirmación (la defensividad del yo).
  • El rojo alude a la excitación y la necesidad de actuar, y finalmente, el amarillo representa la proyección (entendida como búsqueda de horizontes y el reflejo de una imagen) y la necesidad de anticiparse.

Reportar una percepción agradable ante la presencia de estos colores, es para Luscher un indicador de una psicología equilibrada y libre de conflictos o represiones.